Una nueva lengua necesita tiempo para gestarse y frecuentemente cosas que escuchamos hoy, no comienzan a funcionar hasta muchos meses después. Además, hay que tener muy en cuenta la intensidad del contacto con ese idioma extranjero, es decir el número de horas que se escucha al día, a la semana, al mes…
Hasta los diez años los niños tienen una gran facilidad para familiarizarse con el sonido de nuevos vocablos. Es un periodo en el que el aprendizaje se desarrolla de forma natural y si se dedica una media de 6 a 8 horas semanales, en unos seis años los infantes dispondrán de las herramientas necesarias para comunicarse con eficacia y cierta fluidez. A partir de este momento, la práctica es la que hace maestros porque hay que tener en cuenta que la lengua es algo vivo que evoluciona siempre que sirva para un propósito concreto. La búsqueda de intereses favorece su desarrollo constante y aquí es donde la parte lúdica juega un importante papel, pero eso lo hablaremos en nuestro próximo post.
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